Transcripción del audio del video
Los arrecifes de coral son los hábitats más ricos de la Tierra.
No es de extrañar que con tantas clases diferentes de animales viviendo tan juntos se hayan desarrollado relaciones extraordinarias.
Un pez payaso, un pequeño e indefenso habitante del arrecife.
Parece haber escogido un lugar complicado para vivir entre los tentáculos de una anémona de mar.
Cada tentáculo está armado con aguijones paralizantes que pueden matar a un pez.
Sin embargo, el pez payaso es totalmente inmune.
Para esta pareja la anémona es como un castillo.
Mientras estén rodeados por los tentáculos, están a salvo y por eso deciden depositar aquí sus huevos.
Tras seleccionar el lugar cuidadosamente, comienza el trabajo de preparar la superficie.
Ambos peces comparten la labor, aunque es la hembra de mayor tamaño la que decide cuándo está lista.
Líneas y líneas de diminutos huevos se adhieren a la roca y luego se fertilizan.
Están tan cerca de la anémona que estarán a salvo y durante los próximos siete días recibirán constantes cuidados, buena parte de los cuales por parte del macho.
La mentalmente obsesiva preocupación por los huevos tiene su razón de ser, su posición en la anémona no es ni mucho menos segura.
La hembra vigila cada movimiento, ella está al mando y si los esfuerzos del macho para ocupar la vacante hay un grupo de peces payaso inmaduros, todos ellos esperando para ascender en la jerarquía.
Para el macho, el mejor modo de conservar el favor de la hembra es prodigar cuidados a los huevos, así que concentra todos sus esfuerzos en mantenerlos limpios y sanos.
Los huevos crecen rápidamente y pronto sus pequeños corazones latentes son visibles.
Parece que ha cumplido su misión.