Es uno de los ejercicios de análisis más profundos que puede hacer un artista.
Implica escrutarse el rostro y conocerse hasta tal punto que la expresión que tenga en ese momento se traduzca en el dibujo o la pintura que aborda.
En épocas pictóricas como el barroco o el renacimiento, una de las costumbres era que el artista se autorretratara
dentro de un gran cuadro, para reafirmar su autoría o para dar a entender sus intenciones.
Un autorretrato no necesariamente implica un género realista.