Los bomberos
Olegario no sólo JXUwMDNlJXUwMDEzJXUwMDEw
un as del presentimiento, sino que además siempre estuvo muy orgulloso de su poder. A veces se quedaba absorto por un instante, y luego JXUwMDNjJXUwMDAxJXUwMDA2JXUwMDhlJXUwMDhj
: “Mañana va a llover”. Y JXUwMDM0JXUwMDAwJXUwMDAzJXUwMDE5JXUwMDliJXUwMDhj
. Otras veces se rascaba la nuca y anunciaba: “El martes saldrá el 57 a la cabeza”. Y el martes JXUwMDJiJXUwMDEyJXUwMDBkJXUwMDgxJXUwMDhj
el 57 a la cabeza. Entre sus amigos gozaba de una admiración sin límites.
Algunos de ellos JXUwMDJhJXUwMDE3JXUwMDA2JXUwMDE2JXUwMDEwJXUwMDE3JXUwMDE2JXUwMDA1JXUwMDBm
el más famoso de sus aciertos. Caminaban con él frente a la Universidad, cuando de pronto el aire matutino fue atravesado por el sonido y la furia de los bomberos. Olegario sonrió de modo casi imperceptible, y JXUwMDNjJXUwMDBkJXUwMDAzJXUwMDA1
: “Es posible que mi casa se esté quemando”.
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un taxi y encargaron al chofer que siguiera de cerca a los bomberos. Éstos tomaron por Rivera, y Olegario dijo: “Es casi seguro que mi casa se esté quemando”. Los amigos guardaron un respetuoso y afable silencio; tanto lo admiraban.
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por Pereyra y la nerviosidad llegó a su colmo. Cuando JXUwMDNjJXUwMDBiJXUwMDBkJXUwMDBlJXUwMDBkJXUwMDEzJXUwMDFkJXUwMDAx
por la calle en que vivía Olegario, los amigos se pusieron tiesos de expectativa. Por fin, frente mismo a la llameante casa de Olegario, el carro de bomberos se detuvo y los hombres JXUwMDNiJXUwMDBjJXUwMDAyJXUwMDA4JXUwMDBiJXUwMDE0JXUwMDFiJXUwMDEzJXUwMDFkJXUw
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rápida y serenamente los preparativos de rigor. De vez en cuando, desde las ventanas de la planta alta, alguna astilla volaba por los aires.
Con toda parsimonia, Olegario JXUwMDNhJXUwMDAzJXUwMDBiJXUwMDk5
del taxi. Se acomodó el nudo de la corbata, y luego, con un aire de humilde vencedor, se aprestó a recibir las felicitaciones y los abrazos de sus buenos amigos.
Mario Benedetti,
La muerte y otras sorpresas,
1968.