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Transcripción del video
Seguramente has visto alguna vez un parque eólico, pero...¿sabes cómo se transforma la fuerza del viento en energía eléctrica?
Vamos a explicarte el funcionamiento de un aerogenerador. Cada aerogenerador lleva una veleta en su parte superior que le indica la dirección del viento. Ello le permite girar sobre la torre y orientarse automáticamente. Las palas también giran sobre su eje para ofrecer la máxima resistencia. La fuerza del viento, es decir, la energía cinética contenida en el movimiento de las corrientes de aire, hace girar las palas. Estas están diseñadas para captar al máximo su energía. Pueden llegar a medir más de 60 metros de longitud cada una y están fabricadas con materiales muy ligeros y resistentes para facilitar su movimiento. Por eso pueden producir energía incluso con vientos muy suaves desde unos 11 kilómetros por hora; con vientos muy fuertes por encima de 90 kilómetros por hora las palas se ponen en bandera y el aerogenerador se frena por motivos de seguridad. Las palas están unidas al aerogenerador a través del buje, que a su vez está acoplado al eje lento. El eje lento se llama así porque gira la misma velocidad de las palas entre unas siete y doce vueltas por minuto. Para producir electricidad es necesario aumentar la velocidad a la que gira el eje lento, esa es la misión de la multiplicadora que eleva dicha velocidad más de cien veces y la transfiere al eje rápido. El eje rápido que gira hasta más de mil quinientas vueltas por minuto está unido a un generador. El generador aprovecha la energía cinética del eje rápido para transformarla en electricidad, una forma de energía fácil de transportar y de utilizar. La electricidad producida en el generador es conducida por el interior de la torre hasta su base, allí el generador eleva la tensión para poder transportarla por el interior del parque. Desde cada aerogenerador la corriente es conducida por cables soterrados hasta la subestación. En ella se eleva nuevamente la tensión para poder incorporarla a la red eléctrica y transportarla hasta los puntos de consumo. Así es como utilizamos la fuerza del viento para iluminar ciudades, alimentar industrias, escuelas u hospitales, o hacer funcionar nuestros electrodomésticos de forma limpia y sostenible.