Existen criaturas capaces de recorrer enormes distancias, con un gran instinto maternal, ligeras, rápidas y ruidosas. Son las criaturas más veloces del planeta y han sido la envidia de la imaginación humana durante milenios. Estas criaturas son las aves, consideradas por muchos como dinosaurios vivientes. Al igual que los mamíferos, las aves mantienen constante su temperatura corporal. Todas tienen dos características especiales: el pico y las plumas. Aunque parezcan frágiles, las plumas son estructuras resistentes que evolucionaron a partir de las escamas de los reptiles para proporcionar aislamiento térmico. Aunque algunas aves, como el pingüino y el avestruz, han perdido la capacidad de volar, la mayoría han adaptado su vuelo a las necesidades de cada especie. Algunas realizan planeos largos y majestuosos, otras vuelan con giros precisos como aviones de combate, y algunas pueden viajar infatigablemente durante miles de kilómetros o incluso permanecer suspendidas en el aire.

Las aves han desarrollado adaptaciones extraordinarias para el vuelo. Su forma aerodinámica, huesos huecos y nueve bolsas de aire conectadas a los pulmones reducen su peso, mientras que el pico ligero y eficaz reemplaza a los dientes pesados. Sus extremidades traseras, aunque parecidas a las de los humanos, tienen huesos soldados, mientras que las delanteras forman alas perfectamente adaptadas al vuelo y movidas por potentes músculos unidos a un gran esternón llamado quilla. Cambian sus plumas una vez al año, las cuales varían en forma y tamaño según su función y ubicación en el cuerpo. Al volar con viento fuerte, las aves grandes apenas necesitan batir sus alas, pero durante un vuelo batido el esfuerzo es tan intenso que requieren el oxígeno de sus sacos aéreos y su ritmo cardíaco puede llegar a mil pulsaciones por minuto. Para posarse, reducen la velocidad batiendo las alas contra la dirección de vuelo y abriendo la cola. Además, necesitan comer al menos la mitad de su peso en comida diariamente, mientras que las aves pequeñas pueden consumir hasta tres veces su peso. Su vista es especialmente aguda, y las águilas y halcones pueden detectar presas desde grandes alturas, incluso a kilómetros de distancia