Colón no era un científico ni un “hombre” de letras (aunque sí leía y estudiaba mucho); era un mercader que conocía muchas historias de vivencias de navegantes en los océanos.

De esas historias, unas verdaderas, otras no tanto, sabía varias en las que los barcos se salían de las rutas marinas o simplemente se perdían y veían tierra donde no debía haber; o sea, veían América, pero nadie lo daba como cierto y lo atribuían a locuras temporales.

Colón estaba convencido de la redondez de la Tierra, había leído varios libros que lo llevaban a convencerse de eso y la forma de probarlo fue la que todos conocemos.

Lo apoyó el reinado de Castilla; si bien los reyes no confiaban mucho en la idea de Colón, decidieron apoyarlo porque su situación económica era bastante pobre y una ruta directa a las Indias se presentaba como una gran solución.