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Hace tres semanas que el 60% de los uruguayos no tiene agua potable.
El río Santa Lucía, que abastece a Montevideo y zona metropolitana, padece la sequía más severa en 44 años.
Por primera vez en Uruguay, el agua del grifo no se puede beber por su salinidad, dos veces superior al límite de la Organización Mundial de la Salud.
La rutina en varios hogares se ha modificado.
Tomábamos agua de la canilla hasta que sucedió esto, del agua salada y hubo que empezar a comprar y a cargar bidones o botellas y tratar de conseguirlo.
Son tres años ya de pocas precipitaciones.
Las dos represas más grandes del país, Canelón Grande y Paso Severino, no se recuperan pese a las lluvias de la última semana.
Las reservas nunca habían estado tan bajas.
La empresa estatal de agua potable o se bombea agua salada del río de La Plata, pero no tiene tecnología para desalinizar.
Agricultura, ganadería y forestación intensivas son las principales amenazas para el río.
Los principales peligros que tiene el río Santa Lucía, que afectan su caudal, se vinculan al uso y ordenamiento del suelo y el territorio.
Allí identificamos la forestación en las nacientes, la intensificación agrícola en la cuenca media y tampoco se han cuidado las zonas de amortiguación, lo que se conoce como las zonas bazar, que son los bordes de los ríos y arroyos que aseguran la cantidad y la calidad del agua.
Montevideo deberá seguir soportando el agua salada hasta que vuelvan las lluvias.
El gobierno construirá una planta que tome agua del río de La Plata, pero quedaría operando en dos años.
El opositor Frente Amplio tuvo en estudio una represa que podría haber duplicado los embalses de agua potable, pero no la construyó durante los 15 años de gobierno.
Para Acar, la solución a mediano plazo es cuidar al río Santa Lucía.
¿Cómo lo recuperamos?
Ordenando las actividades productivas en el territorio e incluso se podría aumentar su capacidad productiva en forma ordenada y planificando sobre todo los caudales necesarios para el abastecimiento de agua potable.
La incertidumbre continúa para dos millones de uruguayos que dependen del río Santa Lucía para el agua potable.
Hasta que la lluvia quite el salobre del grifo, Montevideo seguirá cargando bidones.