Los seres vivos son un el reflejo del ambiente donde nacieron y donde deben sobrevivir.
Adoptan comportamientos y formas acordes a las características de cada lugar. A lo largo del tiempo, experimentan procesos evolutivos que les permiten esa supervivencia.
A diferencia de los animales, las plantas no pueden adecuar su comportamiento a cambios repentinos, ya que no se pueden mover para protegerse de un viento fuerte, esconderse de una lluvia o del granizo. Por eso sus estructuras reflejan claramente las características del lugar donde viven para soportar, por ejemplo, heladas, soles abrasadores, extensos períodos sin lluvia, etc.