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Pampurrias

 

A continuación, en el cuento "La bruja Pampurrias"  escrito por Carmen Aznart e ilustrado por David G. Forrés, conocerás a una bruja que deja de serlo a causa de ...

Te invito a ver y escucuchar el siguiente video y te enterarás...

Transcripción del contenido del video

Pampurrias era una bruja, muy bruja bruja de arriba abajo. Bruja de un lado a otro y bruja de dentro afuera. Tenía una nariz de bruja, ojos de bruja, dedos de bruja y un sombrero negro y viejo muy al estilo de las brujas. A veces se lo cambiaba por  viejo y negro, que era también de brujas.

Tenía una escoba voladora de bruja aparcada junto a la puerta, una puerta de bruja, por supuesto. Tenía un caldero mágico de bruja para guisar sus pociones secretas a fuego lento. A veces les daba un toque mágico con us varita de bruja. - Y por último, el ojo, mm qué bien huele.

Tenía amigas brujas a las que visitaba de vacaciones y tenía una risa de bruja que daba escalofríos.  Jajaja. Sin embargo, había un par de cosas que no encajaban. La primera era su bolso rosa y brillante que aunque no era muy de bruja le gustaba un montón, lo lucía con orgullo cada vez que salía a la calle y la segunda cosa que no terminaba de encajar era el tema de las mascotas.

 Todas sus amigas -las otras brujas- tenían una o dos, además siempre estaban hablando de ellas: - A mi gato, no le gusta bañarse pero a mí no importa me encanta lo mal que huele. Hay mi serpiente es tan sigilosa que apenas hace ruido.

Pampurrias  había disfrutado mucho tiempo de su soledad de bruja y no quería oír hablar de bichos, recorriendo su cocina ni subiendo a su almohada para dormir la siesta. Sin embargo, en los últimos meses había cambiado de opinión. Tal vez, un animalillo le haría compañía y podrían ver juntos las películas de miedo en la tele. No podía verlas sola porque le daban mucho miedo pero mucho, mucho. -Ay no mires para atrás muchacha.

Decidió probar con un gato, negro, sin dudarlo. De día la cosa iba bien pero por la noche, el minino se afilaba las uñas en su sillón de bruja y además de destrozárselo,lo no la dejaba dormir. Con un hechizo lo hizo desaparecer. Lo intentó con un sapo, no era negro sino verdoso y saltarín, aunque era muy aficionado a croar por las noches, tampoco la dejaba dormir. También lo hizo desaparecer con el mismo hechizo. Después probó con una araña, grande, peluda y muy simpática. Aunque le encantaban las películas de miedo, Pampurrias creía que ya había encontrado la mascota perfecta. Sin embargo, todas las noches, la araña sufría calambres en las patas y para estirarlas se paseaba por los pies de la bruja y le hacía cosquillas entre los dedos. Como no la dejaba dormir, utilizó el hechizo que ya se sabía de memoria para hacerla desaparecer. Pensó que una serpiente no le podría hacer cosquillas ya que no tenía patas. Se buscó una muy larga y muy serpenteante pero la serpiente cogió la costumbre de dormir pegadita a Pampurrias buscando su calor y roncando muy fuerte, justo al lado de su oreja. Con ojeras y bostezando, la bruja repitió el hechizo y la mascota desapareció. Casi estaba decidida a volver a su vida de bruja solitaria Cuando un día, volando sobre su escoba, vio un huevo al lado del camino. Era un poco extraño, ¿Un huevo allí tan solo? Aparcó su escoba y  buscó entre los árboles y matorrales, por si encontraba algún nido. Pero no, no encontró nada y pensó que era un huevo abandonado. Con mucho cuidado, metió el huevo en su bolso rosa y le construyó - allí mismo- un nido muy especial con lanas y algodón, un nido  caliente y colorido. Cada día vigilaba al huevo, le limpiaba el polvo, le almohadillaba el nido, lo sacaba a pasear y lo ponía cerca del caldero mágico para que no le faltase el calor. Cada noche, antes de dejarlo junto a  su cama, le hacía una caricia con sus dedos de bruja. Pronto le cogió mucho cariño al huevo y no se separaba del bolso rosa ni para hacer pis. -Ya casi estoy. A menudo se preguntaba, qué habría dentro. Podría ser un dragón, sería estupendo porque le encendería el fuego del caldero y así no tendría que preocuparse de comprar cerillas, Pero pensaba que seguramente dentro del huevo, estaba creciendo un ave, Tal vez fuera un búho. Sería una suerte porque son tan listos. Se aprendería de memoria sus recetas mágicas y ya o tendría que apuntarlas o un halcón, que con sus poderosas garras, le traería ratas y ratones. El pelo de roedor era uno de los ingredientes básicos de sus pociones secretas. O podría ser un cuervo que con sus plumas negras y su pico negro, le daría a su vida un aire más misterioso.Los días pasaban y Pampurrias seguía cuidando del huevo. Lo miraba y re miraba esperando algún cambio. Cada día estaba más impaciente y un poco más nerviosa. Las ganas de conocer a su futura mascota crecían y crecían. -Ay pero qué ganas de que salga.

Una mañana, mientras pelaba patatas,  oyó un golpecito y sintió un pequeño temblor. Abrió su bolso emocionada y comprobó que en el huevo se había formado una grieta pequeña. La magia estaba empezando y esta vez no era cosa suya. se sentó en su sillón de bruja con el huevo entre las manos y se preparó para la llegada de su mascota. Poco a poco, el cascarón se fue rompiendo: ¿Qué será qué será, se preguntaba, nerviosa, Pampurrias. Un rato después apareció una cabecita amarilla y despeluchada, unos ojos oscuros miraron a la bruja y un pico muy pequeño dijo: Pii. -Un pollito. Había nacido un pollito. ¿Qué iba a hacer ella con un pollito? ¿Sería una buena mascota para una bruja? Posiblemente no, pero era tan bonito y la miraba con tanta ternura que no se sentía capaz de hacerlo desaparecer. Entonces lo vio claro. Pampurrias cambió su casa de bruja por una casa en el campo, aprendió a cuidar pollitos, vacas, gallinas y ovejas. Dejó de hacer pócimas mágicas y descubrió que el queso fresco le salía aun mejor. Además se sentía tan a gusto rodeada de animales que se acordó de sus antiguas mascotas y con un contrahechizo hizo reaparecer al gato negro, al sapo verdoso, a la araña peluda y a la serpiente serpenteante. Enseguida encontraron en la granja lugares estupendos donde afilarse las uñas, croar, estirar las patas y roncar.Pampurrias se convirtió en una granjera de arriba a abajo, de un lado al otro y de dentro a afuera. Una granjera con bolso rosa.



Como habrás visto, Pampurrias es una bruja diferente.

En la página siguiente encontrarás una actividad relacionada con este cuento. Te invito a resolverla.

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