Tradicionalmente se consideró que la Historia solo debía enfocarse en el período posterior a la aparición y difusión de la escritura.
Por eso se consideraba que la Historia comenzaba con la aparición de la escritura.
Se consideraba a los documentos escritos como la fuente histórica por excelencia, así, los historiadores vinculaban estrechamente la historia a la existencia de fuentes escritas.
Esto, de cierta forma, colocaba al trabajo del historiador y al campo de estudio del mismo en un lugar complejo, ya que sólo se estudiaba temas o períodos donde tuviesen acceso a fuentes escritas.
Aunque actualmente algunos historiadores y academias siguen sosteniendo esa consideración, la idea más común es que el período que tradicionalmente se le atribuía a la prehistoria es historia, aunque no haya fuentes escritas. Así, la Historia comienza con la aparición de los primeros homininios...
Lo irónico de ese paradigma tradicional es que Heródoto, uno de los padres de la Historia, desarrolló casi todos sus trabajos de historiador usando fuentes orales; es decir, no escritas.