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La parábola continúa ...
A continuación de este relato, el narrador- que se encontraba observando todo el accionar del niño- opina y le otorga sentido a esta parábola.
De algún modo explicita, desde el comienzo, y en primera persona, la admiración que siente por este accionar, y continúa reflexionando en torno a lo acontecido:
¡Sabia, candorosa filosofía!, pensé". Del fracaso cruel no recibe desaliento que dure, ni se obstina en volver al goce que perdió: sino que de las mismas condiciones que determinaron el fracaso, toma la ocasión de un nuevo juego, de nueva idealidad, de nueva belleza.
(Rodó, 1942, p.48)
Con una pregunta retórica, reafirma su opinión y admiración hacia el personaje:
¿No hay aquí un polo de sabiduría para la acción?
Planteando seguidamente dos construcciones condicionales, encabezada la primera por la interjección "Ah" que expresa, en este caso, admiración:
¡Ah, si en el transcurso de la vida todos imitáramos al niño! ¡Si ante los límites que pone sucesivamente la fatalidad a nuestros propósitos, nuestras esperanzas y nuestros sueños, hiciéramos todos como él!
Finaliza su reflexión sobre lo acontecido e involucra ahora a sus lectores en la historia para que aprendan a partir de ella:
El ejempo del niño dice que no debemos empeñarnos en arrancar sonidos de la copa con que nos embelezamos un día, si la naturaleza de las cosas quiere que enmudezca. Y dice luego que es necesario buscar, en derredor de donde estemos, una reparadora flor; una flor que poner sobre la arena por quien el cristal se tornó mudo...No rompamos torpemente la copa contra las piedras del camino, sólo porque haya dejado de sonar. Tal vez la flor reparadora existe.
(p.48)