OBRA: "ARTIGAS DICTANDO A SUS SECRETARIOS" DE BLAES VIALES
El cuadro conocido como "Artigas dictando a sus secretarios" del artista Blanes Viales fue inspirado en la descripción de un viajero inglés de la época llamado John Parish Robertson (que posiblemente refiriese a el campamento de Purificación) que decía:
- Allí (les ruego no pongan en duda mi palabra) ¿qué creen que vi? ¡El Excelentísimo Señor Protector de la mitad del nuevo mundo estaba sentado en una cabeza de buey, junto a un fogón encendido en el suelo fangoso de su rancho, comiendo carne del asador y bebiendo ginebra en un cuerno de vaca! Lo rodeaba una docena de oficiales andrajosos, en posición parecida y ocupados en la misma tarea que su jefe. Todos fumaban y charlaban ruidosamente.
El Protector estaba dictando a dos secretarios que ocupaban en torno de una mesa de pino las dos únicas sillas que había en toda la choza y esas mismas con el asiento de esterilla roto.
Para completar la singular incongruencia de la escena, el piso del departamento de la choza (que era grande y hermosa) en que estaban reunidos el general, su estado mayor y sus secretarios, se encontraba sembrado de ostentosos sobres de todas las provincias (distantes algunas de ellas 1.500 millas de ese centro de operaciones) dirigidas a "Su Excelencia el Protector".
De todos los campamentos llegaban a galope soldados, edecanes, exploradores. Todos ellos se dirigían a Su Excelencia el Protector, sentado en su cabeza de buey, fumaba, comía, bebía, dictaba, conversaba y despachaba sucesivamente todos los asuntos que le llevaban a su conocimiento, con una calma distinta de la nonchalance, que me mostraba de una manera práctica la verdad del axioma "vamos despacio, que estoy de prisa". Pienso que si los negocios del mundo entero hubieran pesado sobre sus hombros, habría procedido de igual manera. Parecía un hombre abstraído del bullicio, y era en este solo punto de vista, si me es permitida la alusión, semejante al mas grande de los generales de nuestro tiempo.
Al leer mi carta de introducción, Su excelencia se levantó de su asiento y me recibió no solo con cordialidad sino también, lo que me sorprendió mas, con modales comparativamente de un caballero y de un hombre realmente bien educado. Habló conmigo alegremente sobre sus apartamentos oficiales, y como mis corvas y mis piernas no estaban acostumbradas a ponerse en cuclillas, me pidió que me sentara en en el canto de un catre de cuero que estaba en un rincón del cuarto y que hizo acercar al fuego. Sin mayores preámbulos, puso en mis manos su propio cuchillo con un pedazo de carne de vaca bien asada. Me pidió que comiera, me hizo beber y por último me dio un cigarro.
Iniciada mi conversación, le interrumpió la llegada de un gaucho, y antes que hubiera transcurrido cinco minutos, ya el general Artigas estaba nuevamente dictando a sus secretarios, engolfado en un mundo de negocios, al mismo tiempo que me presentaba excusas por lo que había ocurrido en la Bajada y condenaba a sus autores y me decía que inmediatamente de recibir las justas quejas del capitán Percy, había dado órdenes para que me pusieran en libertad.
Era aquel un ambiente en que simultáneamente se conversaba, se escribía, se comía, se bebía, en razón que no había cuartos distintos para realizar separadamente cada tarea.
El trabajo del Protector se prolongaba desde la mañana hasta la noche, lo mismo que su comida, porque así que un correo llegaba era despachado otro, y así que un oficial se alejaba del fuego donde estaba el asador con la carne, otro tomaba su sitio.
"El país de los Orientales" Antología. (1968).
Centro editor de América Latina.
Biografía John Parish Robertson.
Letters on South America. NY Public Library.
Para entenderlo mejor veamos el siguiente video.
Transcripción del video
Elegimos un cuadro que no muestre batallas ni muestre esa cosa tan dura del proceso revolucionario artiguista, sino a un artigas encargado de gobernar. Sabían que también gobernaba. Él lo llamaba Mi incipiente estado, porque siempre fue en medio de estado de guerra, pero gobernaba. Y el cuadro que lo pinta mejor es éste. Lo pintó el pintor Blanes Viale y lo hizo en base al relato de un viajero de la época que vio esto que ustedes están viendo ahora. Llegó al campamento de Artigas en el año 1815 y como era un inglés que escribía muy bien, lo describió absolutamente todo. Dijo ¿qué creen que vi cuando llegué al campamento del amo de la mitad del Nuevo Mundo? Artigas. ¿Por qué mitad del Nuevo Mundo? El Nuevo Mundo es América. La mitad es todas las provincias unidas del Río de la Plata o casi todas. Porque en el año 15, Artigas no solo era el jefe de los orientales, era el protector de la liga federal, el protector de los pueblos libres. Así que controlaba, le obedecían y le escribían y le mandaban preguntar cosas y él daba órdenes desde Corrientes, Santa Fe, Entre Ríos, Misiones, Córdoba. Era una inmensa porción del mapa.
Así que aquí estaba el amo de la mitad del Nuevo Mundo. Pero sorpresa, dice Robinson, que creen que vi ese amo de la mitad del Nuevo Mundo en una chosa de barro con techo de paja. Lo ven allá los tirantes. Ven una chosa oscura, muy precaria, muy modesta, con un piso de barro en donde él estaba cuando ingresó, Robinson, sentado acá, ¿lo ven? Esta cabeza de vaca, él dice en un cráneo de toro. No había bancos, no había sillas. Las dos únicas sillas que había son esas que están utilizando los dos secretarios. Son dos sacerdotes, escriben con pluma, como en la época. Están escribiendo y hay sobres. Son cosas importantes, cosas de gobierno. Él les dicta a los dos a la vez y ocupan las dos únicas sillas que hay en el lugar. Así que cuando él entró, aquí estaba Artiga sentado en el cráneo de vaca. ¿Qué ven al lado del cráneo de vaca? ¿Qué es ese colorcito naranja ahí? Una fogata. Una fogata. Eso es, están cocinando adentro del lugar y están haciendo que calculan. Un asadito, bien alejo, un asadito. Entonces él dice que creen que vi al amo de la amistad de Nuevo Mundo sentado en un cráneo de vaca, que apenas entró Robinson y lo saludó, le puso un trozo de carne clavado en un cuchillo, un asador, se decía, en la mano, sin cubierto, para que comiera.
Venía de un largo viaje, estaba cansado, lo convidó con mate, lo convidó con ginebra. Él estaba tomando ginebra en un cuerno de vaca porque vasos no tenían. Y amablemente le ofreció esto que se ve acá, el único catre que había en el lugar para descansar y quedarse allí esa noche, porque venía de una distancia muy larga, y por aquí pasaba y iba rumbo al Paraguay, que era legístimo al lomo de caballo. El piso del rancho, dice él, estaba todo tapizado con una cantidad de sobres, en donde, ¿los ven acá? En la parte de afuera, los que habían en el piso desparramados, de tanta cantidad que recibían, todos los sobres decían, A su excelencia, el protector. Ellos lo sabrían, veían cuál era el problema. Todos esos problemas él atendía a la vez y dictaba a la vez. En la parte de afuera, que ven por la puerta a ventana... Ahí en montando un caballo. Montando caballo y un caballo sin montar. ¿Este está llegando o presumiblemente saliendo? ¿A llevar qué? Algunas de las respuestas a grandes distancias. Y estaban llegando muchos caballos espumosos, dice Roverson, porque de tanto correr llegan transpirados y el caballo cuando transpira se le llena la boca de espuma y el cuerpo espuma.
Así que dice, los caballos sumiantes y espumosos estaban a la puerta del rancho y otros pronto atados esperando que tuvieran que salir con un correo, que esos eran, a llevar las respuestas a lo que había. Ese es, por lo tanto, el rancho de gobierno del amo de la mitad del medio mundo. Año 1815 está en purificación. Había una escuela para niños como ustedes.