El filósofo Aristóteles creía que un cuerpo sólo podría mantenerse en movimiento cuando existiera una fuerza que actuase sobre él continuamente.
De modo que si un cuerpo estuviera en reposo y ninguna fuerza actuara sobre él, el mismo permanecería en reposo.
Estas afirmaciones de Aristóteles parecen ser correctas a primera vista, pues en nuestra experiencia diaria, vemos que los objetos, en general, se encuentran en movimiento cuando son empujados por ejemplo.
Críticas a esta teoría Aristotélica surgieron en el siglo XVII, con Galileo, quién realizó una serie de experimentos que lo llevaron a conclusiones diferentes a las de Aristóteles.
Estando en reposo una esfera sobre una superficie horizontal, Galileo observó que al empujarla se ponía en movimiento, pero además, la esfera seguía moviéndose y recorriendo cierta distancia aun después de que dejaba de empujarla.
Así Galileo comprobó que un cuerpo podía estar en movimiento sin la acción permanente de una fuerza.
Cuando Galileo repitió los experimentos utilizando distintos tipos de superficies observó que las distancias recorridas no eran iguales, cuanto más lisa la superficie, el cuerpo recorría una distancia mayor luego de que dejaba de empujarlo.
Concluyó que todo cuerpo se detiene luego de haber dejado de empujarlo por efecto de la fricción o roce entre la superficie y el cuerpo.
De modo que si se pudiera eliminar dicha fuerza, el cuerpo continuaría moviéndose en forma indefinida.
*Retrato de Galileo Galilei (1564-1642) del artista flamenco Justus Sustermann (1597-1681)