Un ejemplo desde África.
Todo tipo de lucha o rivalidad (religiosa, económica, racial, etcétera) tiene elementos indispensables:
→ Dos o más bandos.
→ Enfrentamientos pacíficos o violentos.
→ Grandes diferencias insoslayables.
→ Intereses privados.
→ Segregación.
→ Desigualdad.
→ Siempre, víctimas.
Estas últimas, por lo general, son aquellos inocentes, desprotegidos y apolíticos que más sufren.
Es entonces que, para llegar a una solución y un acuerdo, recordar a los poderosos la existencia de esos inocentes y protegerlos, surgen hombres extraordinarios que dejarán su huella en la historia no por su riqueza y poder, sino por su humanidad, carisma y compromiso con los menos privilegiados.
En este caso, uno de los grandes hombres que conoció la historia moderna se llama Nelson Mandela.
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