Como ya mencionamos, la ciudadanía surge hace muchos años con una connotación muy diferente a la que tiene hoy.

A través del tiempo y en diversos lugares del mundo, el término adquirió significados diferentes y fue utilizado para denominar a determinadas personas al tiempo que se excluían a otras.

Los cambios en el Derecho, las sociedades y la mentalidad humana han contribuido a esta transformación que en algunas ocasiones se dio en forma pacífica y en otras mediante revoluciones.

Para comprender su origen y este proceso de evolución que culmina con el concepto abordado anteriormente, te invitamos a visualizar el siguiente video. (activa los subtítulos)

Hoy, en pleno siglo XXI, cada vez son más los autores que hablan de una ciudadanía o un ciudadano global, es decir un ciudadano para el mundo.

Si bien cada Estado plantea las bases para el ejercicio de la ciudadanía política dentro de su territorio, la condición de ciudadano como tal se ha ampliado sin ser ajeno a la globalización.

El ciudadano global es una persona activa, que participa y se compromete. Un actor político-cosmopolita que influye en la agenda pública en todos los niveles: local, regional y global.

Son ciudadanos formados e informados, con autonomía moral desarrollada, que miran la realidad con criterio propio y operan en redes virtuales y reflexivas, alimentan la discusión, promueven el diálogo y crean conocimiento.

Son personas con un mayor grado de conciencia de sus propios actos que adhieren a tres principios básicos: la defensa de los Derechos Humanos, la defensa del medio ambiente y la convicción de que la globalización tiene que estar acompañada de un mejoramiento de las condiciones de vida del planeta.

Por todo lo anterior, la ciudadanía global es aún un proyecto ideal, es el delta del cambio posible a través de la conformación de comunidades globales que participan del civismo global.