En esta etapa desarrollan de a poco mayor independencia física de madres y padres. A partir de los nueve meses, los bebés comienzan a gatear y a pararse, y alrededor del año, a caminar.
Durante el segundo año de vida, el lenguaje comienza a aparecer claramente: empiezan a decir sus primeras palabras sueltas, luego frases cortas y también empezarán a nombrarse a sí mismos.
Los límites en esta etapa están relacionados principalmente con dos aspectos: la rutina diaria y la seguridad integral de los niños y niñas.
RUTINA DIARIA
Los adultos deciden el horario para despertarse, comer, bañarse y jugar, así como el lugar donde estas actividades van a ser realizadas. Por ejemplo, comer en la mesa y no en el dormitorio; o jugar en la sala, pero no en donde se cocina.
De esta manera, se proponen límites a partir de los cuales los niños y niñas aprenden las nociones de tiempo y espacio.
SEGURIDAD INTEGRAL
Cuando empiezan a caminar, los niños y niñas deambulan de un lado a otro y tocan todo aquello que está a su alcance, especialmente cosas riesgosas para ellos.
Algunas maneras de poner límites pueden ser:
Guardar objetos
Guardar objetos que representen un peligro como objetos cortantes y líquidos tóxicos, así como tapar los enchufes, etc.
Hablar con ellos suavemente
Hablar con palabras concretas y explicaciones breves, como: «esto lastima», «esto duele» o «esto quema».
Enseñarles a pronunciar las palabras
Es común que comiencen teniendo un lenguaje más de bebé (media lengua) que se irá reemplazando por uno más organizado hacia los tres años. Es importante hablarles correctamente, evitando el uso de diminutivos o deformando las palabras.
No nos burlemos de cómo habla, ni permitamos que nadie lo haga.
Burlarse de la mala pronunciación puede hacer que niños y niñas se sientan descalificados y se retraigan.