Transcripción del audio del video
Las historias de la ciencia de la cátedra de cultura científica de la universidad del país vasco.
Este hombre es Alfred Wegener, físico y explorador alemán.
En 1912 se dio cuenta de algo ciertamente llamativo.
Al mirar un mapa mundi, tuvo la impresión de que áfrica y américa del sur parecían encajar como dos piezas de un puzzle, como si alguna vez en un pasado remoto esos dos continentes hubiesen estado unidos como si todos lo hubiesen estado aquí.
Sin embargo iba en contra del consenso científico, según el cual la tierra siempre había tenido este aspecto.
Pero Abener decidió asumir los riesgos y publicó su extravagante tesis según la cual los continentes se movían.
La llamó teoría de la deriva continental.
Como era previsible sus coetáneos le tomaron por un chiflado, pero con el paso de los años cada vez más científicos fueron pensando y si aquel alemán tenía razón.
Y entonces apareció este hombre Harry Jamón Hes durante la segunda guerra mundial, fue capitán de marina.
Entre sus labores estaba la de cartografiar con un sónar el fondo oceánico, así fue como se topó con unas inmensas cadenas montañosas submarinas que atravesaban los océanos como espinas dorsales.
Hes dedujo que eran producto del magma incandescente que brotaba del interior de la tierra y se solidificaba en la superficie.
También dedujo que aquello debía necesariamente estar empujando los continentes.
A esa teoría se la conoció como tectónica de placas y mediciones posteriores demostraron que era correcta Alfred Wegener.
Falleció en 1930 sin saber que sus intuiciones estaban en lo cierto hace 175 millones de años el mundo tenía este aspecto.
Hoy a ese único continente lo llamamos con el nombre que debe tener eligió para él Pangea.