Si te gusta escuchar cuentos, te invito a acomodarte y disfrutar del cuento de Wilde, titulado “El gigante egoísta”.
Este título te adelanta sobre su personaje prinicipal… Un gigante que tiene una característica muy particular, es egoísta. ¿Sabes qué significa ese término? Alguien que solo le importa su propio interés sin tener en cuenta a las otras personas que lo rodean.
¿Será que este gigante podrá transformarse en esta historia?
Escucha el cuento hasta el final y verás que algo cambiará en él.
Transcripción del audio del video
El gigante egoísta
Todas las tardes al salir de la escuela los niños jugaban en el jardín de un gran castillo deshabitado. Se revolcaban por la hierba, se escondían tras los arbustos repletos de flores y trepaban a los árboles que cobijaban a muchos pájaros cantores allí eran muy felices.
Una tarde estaban jugando al escondite cuando oyeron una voz muy fuerte. Los niños espiaban desde sus escondites desde donde vieron a un gigante muy enfadado. Había decidido volver a casa después de vivir con su amigo, el ogro durante siete años. - He vuelto a mi castillo para tener un poco de paz y de tranquilidad- dijo con voz de trueno. -No quiero oír a niños revoltosos, fuera de mi jardín y que no se os ocurra volver.
Los niños huyeron lo más rápido que pudieron.
-El jardín es mío y de nadie más- mascullaba el gigante. -Me aseguraré de que nadie entre.
Muy pronto lo tuvo rodeado de un muro muy alto lleno de pinchos. En la gran puerta de hierro que daba entrada al jardín el gigante colgó un cartel que decía: Propiedad privada prohibido el paso.
Todos los días los niños se asomaban entre las rejas de la verja para contemplar el jardín que tanto echaban de menos. Luego tristes se alejaban para ir a jugar a un camino polvoriento.
Cuando llegó el invierno la nieve cubrió el suelo con una espesa capa blanca y la escarcha pintó de plata los árboles. El viento del norte silbaba alrededor del castillo del gigante y el granizo golpeaba los cristales. - Quiero que llegue la primavera, suspiro acurrucado junto al fuego, el gigante
Por fin la primavera llegó la nieve y la escarcha desaparecieron y las flores tiñeron de colores la tierra los árboles se llenaron de brotes y los pájaros esparcieron sus canciones por los campos, excepto en el jardín del gigante allí la nieve y la escarcha seguía anhelando las ramas desnudas de los árboles
- La primavera no hubo querido venir a mi jardín, se lamentaba una y otra vez el gigante: Mi jardín es un desierto triste y frío.
Una mañana, el gigante se quedó en cama triste y abatido. Con sorpresa oyó el canto de un mirlo, corrió hacia la ventana y se llenó de alegría. La nieve y la escarcha se habían ido y todos los árboles aparecían llenos de flores. En cada árbol se hallaba subido un niño. Habían entrado al jardín por un agujero del muro y la primavera los había seguido. Un solo niño no había conseguido subir a ningún árbol y lloraba amargamente porque era demasiado pequeño y no llegaba ni siquiera a la rama del árbol más bajo.
El gigante sintió compasión por el niño. - Ahora comprendo por qué la primavera no quería venir a mi jardín. Voy a derribar el muro y lo convertiré en un parque para que disfruten los niños pero antes debo ayudar a ese pequeño a subir al árbol.
El gigante bajó las escaleras y entró en su jardín pero cuando los niños lo vieron se asustaron tanto que volvieron a escaparse, solo quedó el pequeño que tenía los ojos llenos de lágrimas y no pudo ver acercarse al gigante. Mientras el invierno volvía al jardín, el gigante tomó al niño en brazos. -No llores murmuró, con dulzura colocando al pequeño en el árbol más próximo.
De inmediato el árbol se llenó de flores, el niño rodeó con sus brazos el cuello del gigante y lo besó.
Cuando los demás niños comprobaron que el gigante se había vuelto bueno y amable regresaron corriendo al jardín por el agujero del muro y la primavera entró de nuevo con ellos. El gigante reía feliz y tomaba parte en sus juegos que sólo interrumpía para ir derribando el muro con un gran mazo que tenía. Al atardecer se dio cuenta de que hacía rato que no veía al pequeño y preguntó a los niños: ¿y vuestro amiguito?, preguntó ansioso pero los niños no lo sabían.
Todos los días al salir de la escuela los niños iban a jugar al hermoso jardín del gigante y todos los días el gigante les hacía la misma pregunta: ¿ ha venido el pequeño niño?
También todos los días recibía la misma respuesta: - No sabemos dónde encontrarlo, la única vez que lo vimos fue el día en que derriba hasta el muro.
El gigante se sentía muy triste porque quería mucho al pequeño. Sólo lo alegraba un poco el ver jugar a los demás niños.
Los años pasaron y el gigante se hizo viejo. Llegó un momento en que ya no pudo jugar con los niños. Una mañana de invierno estaba asomado a la ventana de su dormitorio cuando de pronto vio un árbol precioso en un rincón del jardín.
Las ramas doradas estaban cubiertas de delicadas flores blancas y de frutos plateados y debajo del árbol se hallaba el pequeño niño. El gigante lleno de alegría, olvidándose de que tenía las piernas muy débiles, corrió escaleras abajo y atravesó el jardín pero al llegar junto al pequeño enrojeció de cólera: ¿quién te ha hecho daño estás lleno de heridas. Por muy viejo y débil que es té encontraré a quienes te hayan hecho esto.
Entonces el niño sonrió dulcemente y le dijo calma: - No te enfades y ven conmigo. Hace mucho tiempo me dejaste jugar en tu jardín, respondió el niño, ahora quiero que vengas a jugar al mío que se llama paraíso.
Esa tarde cuando los niños entraron en el jardín para jugar con la nieve encontraron al gigante muerto, pacíficamente recostado en un árbol todo cubierto de flores blancas y colorín colorado este cuento se ha acabado.