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léeme el poema...

El balero

Redoblonas en collares

toditas en una hebra

y las últimas cincuenta

tiradas a la porteña.


Jugaba bien el muchacho,

jugaba mejor que yo;

en toda la escuela

el único que me ganó.


Eso sí, no se burlaba

de su contrario al ganar;

se quedaba satisfecho

sin echarse para atrás.

 

¡Qué partidos, qué partidos

sin ventajas, mano a mano;

se formaba cada rueda...

se formaba cada barra!...

hasta el maestro venía

a observar nuestras jugadas

y una vez que se pelearon,

dos muchachos a trompadas,

formó la escuela en el patio,

nos llamó al rubio y a mí,

y señalando el balero

nos dijo: - jueguen a mil.

 

Balero lindo el balero

que me regaló mi padre

aquel día no olvidado

que me porté en los exámenes.



Era amarillo, grandote,

de madera de naranjo,

¡con él gané más partidos...

había que verlo en mi mano!



Sonaba así, como a hueco

blak, blok, blak, cuando embocaba;

como trote en el asfalto

blak, blok ,blak, así sonaba.

¡Qué partidos a quinientos!

y muchas veces a mil,

con aquel muchacho rubio

cuyo padre era albañil.

 

Jugamos ante la escuela

que entusiasta nos siguió;

los dos echamos el resto

pero otra vez me ganó.



Me ganó por muy poquito,

es cierto, más me ganó;

no nos pusimos un pero

ni un sí ni un no.



Entonces vino el maestro

nos agarró de la mano

y dirigiéndose a todos

les dijo: - aprendan muchachos;

de esta pareja de amigos

tienen algo que aprender:

de uno a saber ganar,

del otro a saber perder.

Fernán Silva Valdéz
(1887-1975)