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En este devenir se suman al ferrocarril y al barco el automóvil, el zepelín y los primeros aviones.
El automóvil, impulsado por un motor de explosión alimentado con derivados del petróleo, se desarrolló a partir de 1885.
Es un impulso del ya conocido Henry Ford, quien en un intento por transformar el automóvil en un bien de consumo masivo implementó por primera vez el nuevo proceso de producción en su fábrica de Detroit para la fabricación de los clásicos Ford T.
Incluso, las nuevas exigencias de la producción masiva requerían una modificación de las pautas de consumo y de las normas de vida de los trabajadores, que pasaron a ser considerados como verdaderos consumidores.
Es Ford quien inaugura, en 1915, un acuerdo general sobre los salarios de sus obreros, que fue la puesta en marcha del “five dollars a day”, duplicando los jornales promedio.
Se abría así, para algunos, el camino a la sociedad de consumo... para otros ya estaba abierto desde la primera Revolución Industrial.
La aviación contó con los dirigibles del conde Zeppelin desde finales del siglo XIX. A principios del XX, los hermanos Wright construyeron los primeros aviones de hélice.
En efecto, se les atribuye a los hermanos Wright el primer vuelo a motor, prolongado y verificado, realizado el 17 de diciembre de 1903; de ahí en adelante, la evolución de las aeronaves fue extremadamente lenta.
¿Cómo funcionaba este primer avión?
En este, el piloto permanecía acostado sobre el ala inferior del avión, mientras que el motor se situaba a la derecha de este, y hacía girar dos hélices localizadas entre las alas. Se usaba la técnica del alabeo, que consistía en cuerdas atadas a las puntas de las alas, de las que el piloto podía tirar o soltar, permitiendo al avión girar a través del eje longitudinal y vertical; esto hacía posible que el piloto tuviera el control del avión.
Las telecomunicaciones también caracterizaron la nueva fase: el telégrafo, el teléfono y la radio dieron nuevos impulsos al comercio y a la información.