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Una generación literaria es un grupo de escritores que producen con ciertas características comunes, como pueden ser el tiempo, el lugar o la temática.
La generación del 900 es aquella que surgió en Montevideo, cuyos integrantes publicaron alrededor del año 1900.
La integraron Javier de Viana, Carlos Reyes, José Enrique Rodó, Carlos Vaz Ferreira, Florencios Sanchez, Julio Herrera y Reissig, Horacio Quiroga, Delmira Agustini, Roberto de las Carreras, Ángel Falco, Emilio Flugoni, Carlos Baez entre otros.
Por aquel entonces el país asistía un proceso de transformación.
El nacionalismo naciente dejaba atrás al romanticismo de los últimos años, cuyo último exponente en las letras Uruguayas es quizá Juan Zorrilla de San Martín.
En 1904 asume la Presidencia José Batlle y Ordóñez, quien lleva a cabo una de las transformaciones más importantes del país.
La sociedad Uruguaya comienza a crecer económica, social y culturalmente.
Se da un desarrollo de la economía europeizaría y de los ámbitos intelectuales.
Montevideo debe de filar por sus calles, escritores, poetas, pintores y músicos de renombre.
Aparecen los primeros automóviles y se construyen importantes edificios, se abren grandes teatros y los cafés son centros de encuentro para aquellos jóvenes poetas.
Es así que se crean varios cenáculos.
El consistorio del Gaysabar, reunido en torno a la personalidad fascinante de Horacio Quiroga, fundado exactamente en el año 1900.
Herrera y Reissig forma por su parte otro grupo reunido en la torre de los panoramas, ubicado en el altillo de su casa en la ciudad vieja.
También la casa de Bázarraira fue encuentro de intelectuales, al igual que ciertos bares y cafés como el polo bamba, el café moca o el sarandí.
Las primeras publicaciones de estos jóvenes se realizaron en revistas que incluso ellos mismos dirigían, como la revista de salto dirigida por Quiroga o la nueva Atlántida a cargo de Herrera y Reissig o vida moderna encabezada por Paloméque y Bustamante.
No hubo en esta generación, a diferencias de otras, un jefe de fila ni un cabeza de grupo.
Sin embargo, la mayoría de ellos se encontró en Ruben Darío un modelo a seguir.
Este poeta de nacionalidad ni caraquense había fundado en 1888 el Mogarnismo.
El Mogarnismo es una corriente que se caracterizó por el manejo de una nueva temática preocupada por los nuevos, a través de un nuevo uso de lenguaje y de una nueva estética en las composiciones.
Los trabajos de Ruben Darío influyeron mucho en escritores como Rodó, Julio Herrera y Reissig, Delmira Agustini, incluso el propio Quiroga.
No obstante, una de las manifestaciones más clara del Modernismo fue lo que se conoce como el deca de entismo, o sea la búsqueda de los raros, los quisitos, los insólitos, los neuróticos, los degenerados, los asombrosos.
Como consecuencia de esto, algunos escritos desafinan al dandismo.
El dandismo es un retador, un provocador que procura transformar su vida en un espectáculo fabuloso, original, disonante, a través de la extravagancia en el vestil, el aristocratismo, sobarbió, la reclusión, la superioridad, el desde en hacia el medio, las actitudes rebeles y viciosas, la ego-latría.
De esta forma, los escritores del 900 consiguieron trasender las paredes de sus senáculos y llegar a la sociedad toda, una sociedad dispara, ambivalente, que encontró sus manifestaciones en los vasos aristocráticos de Red, Deyesig o en las obras populares de Florencios Antes.
Su profundidad intelectual y su aporte a la cultura literaria convierte a esta generación en una de las más importantes de la historia de nuestro país.