La Ciencia geográfica ha ido transitando por distintas coordenadas epistemológicas, ya sea definiéndose como una disciplina Física -Biológica o Humana, como una Ciencia Social y más recientemente como una Ciencia ambiental.
La Geografía es una ciencia que trata de explicar el carácter de los lugares, la distribución de las personas, las características y los acontecimientos a medida que se producen y se desarrollan sobre la superficie de la Tierra. Se ocupa de la interacción entre las personas y el ambiente dentro del contexto de determinados lugares. Desde la Geografía, El Espacio Geográfico es concebido como un producto social e histórico.
Existe un consenso desde la Didáctica de la geografía acerca de que una de las finalidades de la Geografía escolar contemporánea es la “formación de ciudadanos intelectualmente críticos, geográficamente reflexivos y ambientalmente participativos”, ( en Carballido, D 2016).
Desde los discursos docentes se plantea una renovación de la Geografía más orientada hacia la explicación y/o comprensión de los procesos temporales, sin embargo, en las prácticas de enseñanza no se evidencian estos aspectos y continúan siendo prácticas descriptivas, con fuerte énfasis en la localización y en la monocausalidad.
Entonces, ¿cómo superar esta ambigüedad entre los discursos y las prácticas reales que se dan en el aula?