En el antiguo Pekín se construían altares sagrados para que el emperador celebrase rituales que trajesen la prosperidad al país, cada uno con una finalidad distinta.
Se pensaba que el solsticio de verano era el momento de rendir culto a la Tierra para que hiciera buen tiempo durante la temporada y obtener una buena cosecha.
En junio, el emperador celebraba rituales en el Templo de la Tierra en los que presentaba ofrendas a los dioses para aplacarlos.
Tanto las vasijas utilizadas en los rituales como los ropajes del emperador y los azulejos del templo eran amarillos, el color que representaba la tierra.
Los pekineses comen fideos para celebrar el solsticio de verano, ya que es la época del año en la que madura el trigo. Es la primera ocasión en la que pueden probar la nueva cosecha.