Pese a que se trata de una condición seria que compromete significativamente la calidad de vida, e incluso la vida misma, y pese a que es evitable, una inmensa cantidad de personas la padecen.

Una de las principales razones tiene que ver con la naturalización de la HTA.

Como muchas personas la padecen, se vuelve común, y lo común se confunde con lo normal.

De esta forma, cada hipertenso se justifica en que el vecino, la tía, el compañero de trabajo y el verdulero también tienen la presión alta, por lo tanto… es normal.

Esto a su vez justifica los hábitos nocivos para la salud, fundamentalmente el sedentarismo y la mala alimentación, que derivan casi siempre en obesidad.

Esta tríada suele ser la causante de HTA y otra patología paralela como la Diabetes tipo 2.

Abandonar los malos hábitos implica esfuerzo.

La actividad física, la organización de la alimentación, el cambio de las costumbres, el reordenar horarios, es para algunas personas una barrera mental que les cuesta superar por simple falta de voluntad.

Sin embargo, no hace falta más que eso… fuerza de voluntad.

Las excusas usuales como la “falta de tiempo” están arduamente refutadas, ya que la mayoría de las personas que se hace de esa excusa, por lo general, permanece varias horas sentada frente al televisor consumiendo series y programas, y de paso, alimentos de mala calidad y a horas no adecuadas. 

Cuando se es sedentario, se piensa que quienes hacen actividad física “sufren por ahí”.

Nada más alejado de la realidad.

La actividad física, al principio cuesta, pero a los pocos días genera un estado placentero que la convierte en una actividad disfrutable.

Lejos de “sufrirla”, quienes realizan actividad física, la “disfrutan”.

La sola fuerza de voluntad debe ser suficiente para abandonar el sillón, agarrar el perro y salir a caminar por el barrio, o hasta una plaza 45 minutos, 3 o 4 veces a la semana.

No hace falta inscribirse a un gimnasio, a zumba o dedicarse a la competencia deportiva.