Distintos grupos, habitantes de Australia Central, región inhóspita, a miles de kilómetros de distancia de mares y océanos, con muy pocos cursos de río y con un clima árido, son, a nivel mundial, un ejemplo de administración, conservación y uso del agua. En este sentido, cuando ellos localizan algún afluente, no se instalan en los alrededores de éste, sino que ubican su pueblo a más de diez o veinte kilómetros, ya que saben que la actividad diaria del ser humano puede llegar a ser altamente contaminante de un curso de agua (ejemplo claro de esto son los cursos de agua que existen en las ciudades: el Arrollo Miguelete, en Montevideo; el Riachuelo, en Buenos Aires, etc.).
En el ejemplo australiano, el aseo personal y la limpieza de objetos y ropa tiene lugar a una distancia alejada del curso, y se hace en grandes tarrinas donde el agua es usada sólo para enjuagar. Del mismo modo, han desarrollado distintos productos de origen natural para la limpieza que suplantan o minimizan el uso del agua. A razón de las altas temperaturas, el consumo de agua es fundamental para los habitantes de zonas áridas, pero algunos de estos grupos, buscando cuidar el suministro de agua, optan por beber los jugos de distintas raíces o de las pocas frutas que encuentran.
Podemos pensar que estos grupos viven en un anacronismo importante con respecto al resto del mundo. Ellos no han sido ‘abrazados’ por la modernidad, están al margen del desarrollo tecnológico que vemos continuamente, pero tampoco han tenido que ‘pagar el precio de ella’, ya que cuentan con una calidad de vida inmensamente superior a la de muchos países del primer mundo, cuidan el medio ambiente en el que viven, el cual, desde el punto de vista de su conservación, permanece prácticamente inalterado, pero igual es muy bien aprovechado.