El secreto de la belleza
Maquillarse y cuidar la piel requería, pues, una buena dosis de tiempo y habilidad.
También había que acostumbrarse a manipular productos a veces un tanto repulsivos; como vimos, a veces se utilizaban como ingredientes excrementos, placentas, médulas, bilis y hasta orines, lo que obligaba a perfumarlas intensamente.
No es extraño que el poeta Ovidio recomendara a las mujeres aplicarse los cosméticos a solas, sin que las vieran sus amantes:
«¿A quién no apesta la grasa que nos envían de Atenas extraída de los vellones sucios de la oveja? Repruebo que en presencia de testigos uséis la médula del ciervo u os restreguéis los dientes: estas operaciones aumentan la belleza, pero son desagradables a la vista.. ¿Por qué he de saber cuál es la causa de la blancura de vuestro rostro?.»
Pero, a veces, ni todo el ingenio desplegado por las damas romanas bastaba para garantizar su objetivo de seducir al hombre amado.
Marcial, en uno de sus epigramas, se burla de cierta mujer
«Ella se acuesta sumergida en un centenar de mejunjes, con un rostro prestado (el de la mascarilla), y que le hace un guiño con el entrecejo que saca por la mañana de una vasija... era demasiado vieja para enamorar a nadie.»
GLADIATRIX EN LA ARENA, "CUIDADO PERSONAL DE LA MUJER ROMANA", s.l., 2016. disponible en internet en: https://gladiatrixenlaarena.blogspot.com/2016/06/cuidado-personal-de-la-mujer-romana.html Fecha de última visita: 2019.