Artigas se manifiesta partidario de reconocer a la Asamblea reunida en Buenos Aires, pero no por “obedecimiento” ciego, sino por medio de un pacto, que dejara bien establecidos y reconocidos los derechos de los orientales, recordando que se carecía de una Constitución que fuera eficaz guarda del “derecho popular”, viviéndose bajo la buena “fe de los hombres” pero sin las seguridades indispensables.
Él manifiesta en su discurso que debía reconocerse a la Asamblea por un pacto que estableciera las condiciones de dicho reconocimiento garantizando sus consecuencias.
Los diputados presentes, animados por las palabras finales del discurso del Jefe de los Orientales, que alentaba a defender “la base del edificio augusto de nuestra libertad”, formada por el “destrozo y el exterminio” por “los escombros y ruinas” sufridos en obsequio de una gran causa, deciden encomendar a una Comisión integrada por tres de ellos mismos la fijación de las bases del reconocimiento.