Cuando el niño, la niña o el adolescente está haciendo algo que no debe y no hace algo que sus madres, padres o cuidadores esperan, es muy fácil caer en la tentación de «pedir-hablar-gritar-pegar».
Para evitar esto, los adultos podemos detenernos, respirar hondo, calmarnos y hacer una pausa para pensar desde una visión diferente.
Los adultos podríamos estar en un permanente proceso reflexivo acerca de cómo estamos ejerciendo la autoridad y cómo estamos siendo vistos por nuestros hijos e hijas.
Por ejemplo: