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La pintura del retrato

El retrato fue su primer esfuerzo sistemático de aproximación a la pintura en los finales de la década del '40 y principios del '50.

La demanda de retratos había tenido poco desarrollo durante el coloniaje en nuestro país a raíz de la escasez de pintores con ese oficio, pero tomó fuerzas como costumbre y necesidad social entre 1830 y 1850.

El retrato fue el que se manifestó con mayor continuidad a lo largo de su obra. Es posible detectar en él con claridad, dos períodos bien definidos: uno anterior y otro posterior a sus estudios en Europa.

Sus primeros modelos fueron amistades personales, familiares y algunas jerarquías militares, así como hombres públicos, comerciantes e industriales del patriciado. En ellos se deja ver un esfuerzo en el dibujo y la composición donde la excesiva rigidez en ciertos casos, o la inseguridad en los pasajes tonales del claroscuro, no resultan de una voluntad expresiva, sino de su tenacidad autodidacta.

En el segundo período, Blanes incluye otros tipos de recursos expresivos en sus retratos: valora con profundidad las posibilidades de la luz, el color de la piel, las tersuras del claroscuro, tal es el caso del retrato de Carlota Ferreira.