EEUU pretende un mundo libre, pautado por la libre circulación de mercaderías y de finanzas.

George F. Kennan escribió su “largo telegrama” el 22/2/1946. En este documento establecía que la hostilidad soviética hacia el mundo capitalista era tan inmutable como inevitable. En parte debido a la inseguridad tradicional rusa, en parte a su doctrina marxista -leninista. El mensaje de Kennan fue claro y dio forma a la política exterior de EEUU durante gran parte de la Guerra Fría: había que contener la expansión soviética y el aumento de su influencia. El 5 de marzo  del mismo año Winston Churchill anunciaba: “Un telón de acero ha caído sobre todo el continente desde Stettin en el Báltico hasta Trieste en el Adriático”

Lo que más preocupaba a estadounidenses y británicos no era la capacidad bélica de URSS, o las intenciones hostiles de Stalin. Les preocupaba que la URSS aprovechara “en beneficio propio la agitación política y la lamentables condiciones sociológicas que marcaron el mundo de la posguerra, condiciones que habían provocado el ascenso de la izquierda en el mundo entero, un fenómeno que se reflejaba no sólo en la creciente popularidad de los partidos comunistas de Europa occidental, sino también en el auge de movimientos nacionalistas, anticolonialistas y revolucionarios en el Tercer Mundo.” (MacMahon, 2009)

 La URSS de Stalin tenía el prestigio de haber derrotado a Hitler, y la alianza de ésta con los movimientos mundiales de izquierda podría llegar a convertirse en la mayor amenaza para la estabilidad política y económica de occidente. Se temía que al igual que había ocurrido en 1940-1941 una potencia hostil, con una ideología amenazadora y ajena podía llegar a controlar Eurasia impidiendo el acceso a importantes mercados y recursos y poniendo en peligro su libertad económica y política.