El puritanismo se enseñoreó de la sociedad uruguaya, sobre todo del medio urbano y de sus clases medias y alta.
Este modelo demográfico impuso nuevas conductas.
La separación de sexos era estricta.
Comenta una “dama” del 900, Josefina Lerena Acevedo de Blixen:
“Yo era todavía una colegial, pero debía acompañar a una tía ya que ninguna mujer soltera debía salir sola a esas horas... Las señoritas paseaban en grupos...”.
Trochón y Vidal,
"Bases documentales para la Historia del Uruguay contemporáneo (1903-1933)".
En las playas también se solían separar los sexos.
“Empezó por aceptárselas [a las playas] como para prevenirse de las enfermedades del invierno, cuidando que el sol no afiebrara las cabezas y no diera a los cuerpos la horrible pátina del bronce.
Así, la gente trataba de ir temprano, como máximo a las 8 y hasta en los días nublados abría las sombrillas.
Prudentemente los médicos sostenían que el baño de mar debilitaba, y que no debía durar más de 5 minutos...”.
Trochón y Vidal,
"Bases documentales para la Historia del Uruguay contemporáneo (1903-1933)".
Playa Ramírez, 1916
Playa Ramírez, 1917
Década de 1900
Los rigurosos trajes de baño femeninos, a usarse en zonas de baño separadas para mujeres y hombres, hacían que estas mujeres parecieran sin cuerpos y sin caras.
Cuando el tranvía pasaba de una zona de baño a otra y por lo tanto, por encima del baño de los hombres, las madres decían a sus hijas que no miraran hacia el lado del mar. Y las niñas, obedientes, bajaban los ojos.
Fuente: José P. Barrán y Benjamín Nahum,
“Batlle, los estancieros y el Imperio Británico”,
Tomo I: “El Uruguay del 900”.