Ya instalados en su alojamiento de Tres Cruces los representantes y vecinos que han de decidir sobre la forma de reconocer a la Asamblea General Constituyente establecida en Buenos Aires, el Jefe de los Orientales hace uso de la palabra en la célebre sesión del 5 de abril de 1813, para rememorar las vicisitudes de la Revolución y exponer, a la vez, su ideario político.
Hállase de pie, completamente perfilado hacia la izquierda, en el frente de la sala. Su cabello es abundante y con larga patilla. Afirma las manos en la gran mesa que tiene delante y al costado de la cual hay, asimismo, una silla donde alguien ha dejado un sobretodo. Viste uniforme militar y está calzado con botas.
Los congresales, que siguen su discurso atentamente, aparecen ora sentados, ora de pie junto a una puerta o apoyados contra la pared lateral que figura hacia el fondo. En la primera fila, sobre la derecha de Artigas, uno de ellos se ha vuelto ligeramente a fin de escuchar mejor a otro que, de pie detrás suyo, se inclina para hablarle al oído.
El local es muy rústico, con un techo cruzado por gruesos tirantes de madera.
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