Transcripción del audio del video
Todas las especies se comunican de alguna manera, pero nosotros somos los únicos que hacemos esto que estamos haciendo acá: hablar, producir un lenguaje que es fino, rico, simbólico y que puede producir una infinitud de conceptos. Hoy nos adentramos en los misterios del lenguaje, una función cerebral que es, quizá, lo más distintivo que tenemos como especie.
El desarrollo del lenguaje no es innato. Sabemos esto porque un bebé que crece sin gente que le hable no desarrolla el lenguaje. Sin embargo, tenemos un instinto y una predisposición para hacerlo. Desde los primeros días de vida, los bebés prefieren el sonido de la voz humana a cualquier otro sonido. No solo eso, desde que nacen nos demuestran que tienen la capacidad de desarrollar un lenguaje en el futuro. Por ejemplo, en el primer día de vida ya son capaces de reconocer el lenguaje que escucharon durante el útero de otro idioma extranjero.
Y luego de esto, ¿cómo hacen para aprender las palabras? Cuando escribimos, separamos las palabras con espacios. Son las señales que indican que termina una palabra y empieza la siguiente. ¿Y qué sucede cuando hablamos? ¿Dónde están los espacios entre las palabras? Como vemos, no hay silencios, no hay una separación entre palabras. ¿Cómo hace el cerebro entonces para identificar cuáles son las palabras? Una de las claves que utiliza es la estadística. Por ejemplo, en el grupo de sílabas, es mayor la probabilidad de que ocurran juntas "alta" y "casa" que que ocurra "TACA".
Para el cerebro, entonces, las palabras son agrupaciones de sonidos pegados muy fuertemente entre sí, con alta probabilidad de que ocurran juntas, separados por transiciones más débiles, con baja probabilidad de que ocurran juntas. El cerebro, entonces, es un detector de probabilidades de que ocurran las palabras.
¿Cómo hace el cerebro para aprender un lenguaje? Cuando escuchamos un idioma que no conocemos, como el alemán, el ruso o el turco, no solo no sabemos qué significan las palabras, sino que no sabemos cuáles son las palabras. Lo que escuchamos es una suerte de ruido continuo, algo como si fuera una especie de música, donde no podemos encontrar cuáles de esos sonidos conforman las palabras.
Ahora vamos a hacer un juego para descubrir cómo hace el cerebro para resolver esto. Donde lo que van a escuchar es un lenguaje inventado, un lenguaje cuyas palabras no significan nada, pero van a sonar una atrás de la otra, y vamos a escuchar eso para ver cómo, de a poco, esas palabras las vamos a ir identificando. Vamos a ver, ¿qué escuchamos? Entonces, ¿qué pasó? Es una experiencia, sin duda, pasó algo. Había como un ritmo.
Bueno, es un idioma, es un idioma que no tiene nombre. Es un idioma que nos inventamos nosotros. ¿A alguno le suena? ¿Puede decir cuál es una palabra de este lenguaje? A mí me sonó "gato", "vaquita", "vaita". ¿Alguno más escuchó alguna palabra? A mí al principio me pareció como que estaba deletreando el abecedario, pero después empecé a ver que había palabras que repetía, como cuáles... No recuerdo ahora, no me fijé, pero había palabras que repetía.
Vamos a escucharlo una vez más y a ver si descubrimos cuáles son las palabras de este lenguaje que nos acabamos de inventar. Ahora, evidentemente, "poquita" es la más obvia. "Beliga, beliga, beliga" es una palabra de lenguaje. Así que, ¿encontraron? Fíjense que aparecieron, van saliendo muy bien, descubrieron. Estamos decodificando el lenguaje. Es un lenguaje donde "purak" y "beliga" son las dos palabras más frecuentes.
Miren, vamos a una cosa que dijeron: "purak", "beliga". Vamos a volver a escuchar esto, ahora que yo ya les dije cuál es una palabra del lenguaje, y vamos a escuchar, a ver si reconocen y se dan cuenta de que en este continuo hay palabras como "purak" y como "beliga". Sonido... Ahora aparecieron las palabras. Lo loco es que ese lenguaje no existe, eso es simplemente una serie de sílabas, por otro lado, dichas de manera que no están separadas, no hay espacio entre las palabras como cuando hablamos. Sin embargo, el cerebro de a poco va haciendo que aparezcan esas palabras: "purak", "beliga", y de a poco el cerebro lo va encontrando, le va encontrando orden a ese desorden.
Hicimos este juego para mostrar lo difícil que es, de hecho, aprender las regularidades de un lenguaje. Esta es una situación que uno tiene cuando aprende un lenguaje nuevo, pero también la tiene cuando uno es un bebé, cuando tiene apenas unos pocos meses y nos hablan y nos dicen palabras en un discurso continuo, sin estar separadas, sin estar segmentadas. Y lo primero que uno tiene que adivinar, entender, descubrir, no es qué significado tienen las palabras, sino cuáles son las palabras, cuáles son las unidades de ese lenguaje que estamos escuchando.
Por eso, de hecho, muchas veces las madres intuitivamente hacen, y hacen bien, hablar a los chicos de una manera en la cual lo que estamos haciendo es separando las palabras, como si pusiéramos espacios entre ellas, lo cual hace mucho más fácil para un bebé lo que hoy estuvimos haciendo nosotros: descubrir cuáles son las palabras del lenguaje. "Purak", "beliga".
Podemos dividir el lenguaje en dos funciones básicas: la comprensión, que se da en el área de Wernicke, y la producción del lenguaje, que está mediada por el área de Broca. Cuando escuchamos un sonido, la corteza auditiva lo procesa y lo envía a la zona del área de Wernicke. Este área asocia la estructura de esa señal con la representación de una palabra guardada en la memoria. Algo similar sucede al leer una palabra. La información es primero procesada por la corteza visual, después de pasar por el giro angular llega al área de Wernicke, que la reconoce y la interpreta según el contexto en el que se encuentra. Para producir lenguaje, interviene el área de Broca, que planea el proceso de pronunciación de esa palabra. Esta información viaja a la corteza motora, que controla los músculos que usamos para pronunciarla. Este modelo aplica al lenguaje oral, escrito o de señas. La conexión entre el área de Wernicke y Broca se da de igual manera en personas sordas que utilizan el lenguaje de señas.
El acto de hablar requiere de una habilidad motora. Hay que controlar los músculos de los labios, la posición de la mandíbula y la posición de la lengua dentro de la boca para variar el sonido que producimos. Además de los músculos de la boca, entran en juego los músculos respiratorios que regulan la salida del aire que soltamos. Como todo movimiento, hay que practicar, y como toda práctica, hay que evaluarla para corregir lo que estamos haciendo.
Cuando los chicos emiten sus primeros sonidos o palabras, el cerebro las recoge a través del sistema auditivo y las compara con el sonido que realmente quieren decir. Si quieren decir "papá" y sale "dada", irán variando los movimientos de la boca hasta lograr el sonido deseado. Esto se llama feedback auditivo, y hay una manera muy divertida de engañar este sistema.
¿Me cantas un pedacito de una canción cualquiera, si vos te atreves a escuchar?
Pero yo me atrevo, a lo que sea. Una Martin, una... ¿Qué me enseñaron el otro día? ¡Maravillosa! Me la vas a cantar, ¿bueno?
Bueno, pero cántasela acá, al micrófono.