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Entra Quique Deletéreo, que había escuchado la última parte de la explicación de Prudencio, y se mete en la conversación.
— No te mandes la parte, Prudencio, que vos mezclás el detergente con el hipoclorito para matar dos pájaros de un tiro.
Y si andas muy apurado, un buen chorro de perfumol y a otra cosa mariposa.
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— ¡Calláte, Quique!, vos siempre el mismo embarrando la cancha. Hay cosas que no se dicen ni en broma. Es sabido que si mezclamos el detergente con el hipoclorito inactivamos a este último y hasta puede ser peligroso…
Seguí, Prudencio, seguí que venís bárbaro.
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— ¡Este Quique Deletéreo! Siempre el mismo guaso.
Como le iba diciendo, Doña Leopoldina, una vez que está todo bien limpito viene la etapa de desinfección, si no limpiamos todo muy bien antes es más inútil que guardabarros de lancha que pasemos el desinfectante.
Con los desinfectantes no se complique, hay muchos buenos en la vuelta, pero con el viejo y querido hipoclorito estamos del otro lado: económico, fácil de conseguir y efectivo.
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— No se pase de la dosis, la cantidad justa y necesaria. Después le alcanzo una tablita con las cantidades para cada uso.
Recuerde que la desinfección disminuye la carga bacteriana, de los microbios que le dicen, pero no esteriliza, ¿vio?
Igual, tranquila, con una buena limpieza y desinfección, tenemos las superficies prontas para el procesamiento higiénico de los alimentos.
En cuanto a los líquidos con perfume ¡LEJOS, LEJOS!, solo sirven para enmascarar el olor a mugre, ¿verdad, Don Víctor?
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— Estás en lo correcto, Prudencio. Muy buena tu explicación. Por algo Prudencio Machuelo, Pesca del Día, es la mejor pescadería.
— Don Víctor, ahora siga usted con eso de la frescura del pescado.
— Tranquilo Prudencio yo sigo.