Leopoldina y sus preguntas
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— ¡Al contrario, Don Víctor! Clarito, clarito lo que me explico.
Ahora me queda una pregunta, suponga que un día por H o por B no puedo venir a la pescadería de Prudencio Mochuelo, mi proveedor de confianza, y deba comprar en otro lado.
¿Cómo sé que es un comercio que hace las cosas bien?
Otra cosita, ¿cómo reconozco el pescado fresco? Disculpe que abuse de sus consejos, Don Víctor.
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— Por favor, Leopoldina, si a los jubilados lo que nos sobra es tiempo y lo que nos falta es gente que nos escuche.
No es por sacarle el cuerpo a las preguntas, pero pienso que en lo de las condiciones del local, Prudencio nos puede dar una mano.
A ver, Prudencio, explicale a la señora cómo te las arreglas para tener el local en buenas condiciones.
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— ¡Por favor, Don Víctor! En el compromiso que me pone, hagamos un trato, si usted ve que meto la pata me corrige, ¿ta?
Mire, doña, la cosa es más sencilla de lo que parece, todo está en mantener una buena limpieza e higiene, que no son lo mismo, ¿verdad, Don Víctor?
— ¡Correctísimo, correctísimo, sigue sigue que vas muy bien!
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— Como le iba diciendo, todos los días hacemos una cuidadosa limpieza, ¿qué cómo se hace? Como en casa, sin misterios.
A ver, primero barremos y sacamos todo el material grosero de las mesadas, piletas, bandejas, utensilios, en fin de todos los lugares y superficies que estuvieron en contacto con el pescado.
Luego, un buen lavado, agua y detergente, igual que en casa, no exageremos con el detergente si no estaremos una vida para sacar la espuma.
Enjuagamos bien para que no quede nada de detergente.
Secamos al aire NUNCA con trapos.